El taller de Manuel Guzmán Bejarano del que salieron los tronos más atrevidos y pasos de talla imposible echa para siempre los cerrojos
La luz está a punto de apagarse. En el interior del taller de la calle Pizarro el serrín en suspensión es el incienso que se quema en un altar. Huele profundamente a cedro. Las virutas son las flores. Y el silencio es el dolor.Falta Barbeito leyendo un soneto que suene como un réquiem. Mañana se cierra una basílica de las artes. El taller de Manuel Guzmán Bejarano del que salieron los tronos más atrevidos y pasos de talla imposible echa para siempre los cerrojos. Su hijo Manuel Guzmán Fernández traslada la producción a una nave de Santiponce por la dinámica de la actualización de los alquileres en locales de renta antigua. Frente al río, en el lugar donde nacieron grandes maravillas se construirán apartamentos. La placa que recuerda que allí vivió y trabajó un arquitecto de retablos será retirada.![]() |
| El autor del trono del paso de La Piedad de Daimiel. Foto: Blog Morado |
Seguramente porque lo sentimos algo cotidiano no le damos el valor que tiene a este y a otros muchos talleres que ya son solo recuerdos. El corralón de la calle Castellar, la casa de los Artistas de San Juan de la Palma, el taller de Cayetano González en Pagés del Corro y tantos pertenecen al territorio del olvido. Por no permanecer intactos para enseñarnos cómo se trabajaba en estos espacios, su recuerdo va esfumándose con los años. Como dice un amigo, en otros países, donde los talleres de los grandes maestros se veneran como espacios de culto a las artes y como museos, esto que ocurre en Sevilla con sus espacios históricos, no sucedería.
Está a punto de apagarse la luz. Las gubias y los martillos se empaquetan. En la habitación de arriba donde Ortega Bru vivió en sus años difíciles sigue en la pared el poster desplegable del Interviú con el posado de la chica de la semana. Los almanaques de los años que pasaron, con sus vírgenes y sus cristos, asisten mudos a la ceremonia de la muerte de esta catedral de la madera. Por fortuna se cierra un 29 de febrero. Así la misa de funeral no habrá que celebrarla cada año.
Texto José Cretario

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