Las nuevas normas que han emitido los Obispos del Sur sobre el Uso extralitúrgico de las Iglesias me dejan perplejo. Soy partidario de que hay que regular, pero un excesivo celo en ello equivale a una paralización importante de la actividad. A partir de ahora, cualquier acto al margen del culto debe ser aprobado por el obispo de la zona, previo informe del cura de quien dependa el templo. Esto no hace otra cosa que dejar en manos de aquél lo que quiera o no que se celebre, pues es difícil establecer muchas veces la “concordancia con la santidad del lugar”. A la vez, se contempla que si se aprueba el acto, el organizador correrá con todos los gastos del mismo (luz, seguridad, etc).
Sinceramente, dudo que un obispo o un delegado diocesano tenga el tiempo suficiente para autorizar de puño y letra (así lo exigen ahora) la celebración de tantos eventos como se celebran en las iglesias de Sevilla. Asimismo, hay algo que no se tiene en cuenta. Algunos están empeñados en hacer la vida muy difícil a los cofrades. No se paran a pensar que gracias a éstos, algunas iglesias tienen vida; de otra forma, estarían muertas. En otro término de cosas, también olvidan que, en muchas ocasiones, son las hermandades las propietarias de los templos y que ya pagan todos los gastos. Señores obispos, van a convertir en algo habitual algo que empieza a ocurrir ya: que los actos culturales –buena parte de éstos organizados por las cofradías- se celebren en espacios que no guardan relación con el ámbito religioso. Le hacen un gran favor al laicismo.
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