Las grandes claves están en el dinero o en el poder. ¿Qué conflicto no tiene de fondo una causa relacionada con el uno o con el otro? ¿Cuantísimas veces no se produce un desencuentro por cuestiones del pecunio o por pleitos por el control de determinadas parcelas de poder? Lo habrán leído esta tesis en repetidas ocasiones. Será porque la historia no es que se repita, es que es la misma. Cambian los personajes, pero suceden las mismas porfías. Veamos el caso de Sevilla.
Precedente
Don Carlos Amigo remitía en cuaresma a las casas de hermandad los pliegos de la declaración de la renta. ¿Recuerdan la que se liaba? Quería provocar el debate sobre las aportación de las hermandades al fondo común diocesano y sobre la obligación que tienen de rendir cuentas. Lo hacía indirectamente, como quien no quería la cosa, echando al vicario por delante. Y las hermandades se rebelaban. Cuando estaba delante de las alcachofas, el cardenal restaba importancia a los pliegos, que rebajaba a la categoría de documentos “orientativos” para “ayudar” a las hermandades. Já.
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Don Juan José Asenjo es menos sutil. Mucho mas directo. No ahorra en calificativos cuando denuncia el “déficit de eclesialidad” o cuando se queja de que sólo el 8% de las hermandades aportan al fondo común diocesano: “No es una buena noticia, significa que algo está fallando en el amor a la Iglesia”. Y las hermandades responden a su manera, publicando las aportaciones a distintos organismos de la Iglesia en las redes sociales o proponiendo cartas de respuesta al arzobispo para expresar su malestar.
La misma reflexión El objetivo de antes es el mismo que el de ahora.
La lucha por el control. Las hermandades son Iglesia –¡claro que lo son!– pero siempre han sido celosas de su autonomía. Es verdad que antes había interlocutores de peso para luchar por esa autonomía desde el punto de vista jurídico. Recuerden aquel verano de 2001 convertido en cuaresma por el envío de cartas imponiendo la igualdad por decreto en varias hermandades y la firme reacción de Joaquín Moeckel, entonces hermano mayor del Baratillo, que derivó en una negociación de altura en un mano a mano con el canónigo Manuel Benigno García Vázquez.
De aquellas conversaciones surgió el famoso exhorto pastoral, que permitió que cada hermandad fuera adecuando sus reglas a la deseada igualdad de acuerdo con sus tiempos. Hoy el debate no es tan elevado, las reacciones no pasan de un tuit, de una propuesta de carta o de pellizcos de monja en algún titular. Pero los problemas son los mismos.
Los pastores coinciden en que las ovejas no rinden cuentas y aportan poco. Y las ovejas quieren que se computen como aportaciones no sólo los ingresos directos en la caja, sino el mantenimiento de los templos, los puestos de trabajo, las obras sociales, etcétera. ¿Quién maneja el dinero? He ahí la clave.
Firmado: http://blogs.grupojoly.com/el-fiscal/2014
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